Monday, May 30, 2011

Compórtese, hombre...!

Estimados, he de confesar que delimitar la categorización de qué es retro y qué metro, me da dolor de cabeza.
Es que no me queda del todo claro la distinción y sus límites, y el tema resulta de lo más relativo. Pero creo que ciertos criterios pueden ser de utilidad en el análisis de esta dicotomía posmoderna.

Venimos viendo a lo largo de las variadas exposiciones de los miembros... no, no estoy diciendo que alguien esté exponiendo su miemb... oiga, lea primero y opine después, ¿ok?
Decía, que según las publicaciones de los compañeros de blog (¿así está mejor?), la mayor parte de las claves de la retrosexualidad (o metro, según el caso) están dadas por el aspecto físico. ¿Qué cosas son las que más fácilmente llaman nuestra atención y nos hacen clasificar a un sujeto de tal o cual? Las panzas cerveceras o los abdominales marcados, las barbas desprolijas o la piel suave por las cremas, los pechos peludos (y en este punto los protegeré de describir qué otras partes corporales son peludas) o los brazos depilados, los calzones gastados o los bóxers de algodón de marca, etc.


Ahora bien, ¿podríamos decir que no sólo son físicas las características que nos llevan hacia una u otra conclusión? Podríamos.
Y lo haremos. Diremos que lo actitudinal también es un criterio que nos colabora en esta... este... esto en que nos hemos metido.

No puedo hablar sobre el español medio, ni siquiera sobre el europeo medio, pero sí puedo decir algo sobre el argentino.
Tenemos al argento extremista y al relativo.
Dentro de los extremistas, observamos al retrosexual puro, cuyo comportamiento se alínea con las conductas machistas.
Esto es, por ejemplo y en relación a su mujer, que no les guste particularmente que la fémina que los acompaña llame la atención. Detestan que al entrar a un restaurant los hombres de las mesas cercanas giren la cabeza en su dirección y le dediquen una mirada apreciativa. No, no. Eso no les gusta. Prefieren que su mujer sea invisible a los ojos ajenos, y la protegerán con su propio cuerpo de cualquier contacto.

El metrosexual puro, en cambio, disfruta muchísimo de la exposición y de la reacción de los prójimos. Cree que la mirada de los otros sobre él y su pareja, es merecida, y que está muy bien que los demás piensen “Pero qué envidia!, tan lindos los dos!”. Porque, después de todo, ¿para qué pasó tanto tiempo frente al espejo y el placard, cierto? Es más, considera que la mujer que lo acompaña no es de su posesión –como sí consideraría el retro puro- sino un armonioso complemento.

Y es aquí, mis amigos, donde podría ponerse un punto en nuestro análisis. ¿Cómo se comporta este hombre X, en una situación social, con su compañera?
Bueno, aclarados ambos extremos, nos queda un amplio abanico de posibilidades que es, precisamente, donde viven los relativos.

Estemos preparadas, señoras y señoritas, porque en la búsqueda del hombre que nos quede bien, podemos cruzarnos con todas las variables que van de un extremo a otro.
Sepamos ver las señales a tiempo, antes de embarcarnos en un viaje que puede llevarnos al puerto opuesto al que queremos arribar.

Si su estilo es que le abran la puerta del restó y le corran la silla al sentarse, fíjese bien que su acompañante no refunfuñe si el mozo le deja la carta primero a usted o se demore en el pallier del restaurant mirándose al espejo.
Todo tiene un límite.

Dígame, ya que estamos... a usted le hablo, señor, ¿qué clase de comportamiento tiene con las damas?
Y usted, señora/señorita, ¿qué pretende de un caballero en determinadas situaciones sociales?

Saludos!



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